Pocas veces se habla del cuidado de adultos mayores y personas dependientes desde un punto de vista positivo. Tampoco se suele dar voz ni poner cara a aquellas personas que han hecho del cuidado algo satisfactorio, significativo, beneficioso y positivo.
Las virtudes del cuidador
Cada vez preocupa más que pasará con el cuidado de nuestros adultos mayores que no parece estar en situación de poner sus esperanzas en las nuevas generaciones, principalmente por la falta de reemplazo generacional (nacen menos niños y cada vez hay más mayores), pero también por los diversos cambios culturales, económicos, políticos y sociales.
Una y otra vez se lanzan mensajes como: “¿quién cuidará de los mayores?”. “¿Quién se va a hacer cargo de ellos?”. “¿De qué manera podemos darle calidad de vida y que estén saludables por mucho más tiempo?”.
La pregunta que cabría hacer es si nuestra sociedad es capaz, y si lo es, en qué medida está creando una verdadera cultura de cuidado. Si pretendemos poner la esperanza en esa generación joven (hay países como Japón, EEUU y algunos de Europa, entre ellos España, que ya apuestan por empresas con servicio de cuidadoras en el hogar.
No podemos esperar que las familias por sí solas y de la noche a la mañana vaya a hacerse cargo de una labor tan importante como es cuidar. Labor para la que, en muchos casos, no se les está preparando, educando, ni llegan a ser conscientes de su alcance y consecuencias tanto a nivel familiar como social.
Implantar el cuidado como hecho positivo
Si de verdad queremos crear una cultura de cuidado, el foco de interés no debe ser el ahorro económico que supone para el Estado, como es habitual, sino la PERSONA y su necesidad básica y vital de ser cuidada; saberse querida y reconocida; vivir con dignidad y ser feliz.
Para ello debemos plantearnos seriamente qué tipo de valores, convicciones y sentido de la vida estamos transmitiendo a las generaciones más jóvenes. Y sobre todo, qué mensajes llegan a estos jóvenes desde los medios de comunicación y redes sociales, la escuela y la universidad, la sociedad entera, su entorno próximo e incluso la familia.
La sociedad actual debe plantearse si de verdad estamos creando una cultura del cuidado para el adulto mayor:
¿Estamos aprovechando el cuidado como una oportunidad de educación de las nuevas generaciones?
¿Se pone en valor y se da visibilidad y reconocimiento público al capital social que genera la familia cuidadora?
¿Se sabe apreciar y reconocer que una sociedad cuidadora genera relaciones más humanas que crean tejido social?
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